Esta semana se ha hecho esperar pero por fin he conseguido sacar un ratito para hacer la crítica al cuarto episodio de True Blood.
Eric sigue sin recuperar la memoria y, viendo la que se avecina, más le vale encontrar la manera de volver a ser el que era. Mientras tanto podemos disfrutar de su faceta más tierna que, probablemente, sea capaz de llegar al corazón de Sookie.
Respecto a Jason, ¿es cosa mía o están alargando demasiado la situación? No sé cuánto puede tardar en morirse una persona tras el ataque de dos panteras pero desde luego Jason está batiendo récords. Espero que para el quinto capítulo sepamos por fin y de forma definitiva qué pasa con este personaje.
Pero sin duda, lo mejor del episodio (y lo que me ha dejado con los pelos de punta) es la escena del bebé de Arlene. Anteriormente habíamos visto que esta estaba obsesionada por la posible maldad que pudiera haber pasado del padre de la criatura, un psicópata, al niño. No la creímos y a día de hoy tampoco sabe uno qué hacer porque ¿alguien sabe quién escribió el mensaje en la pared? Ya tenemos una nota de misterio para la temporada, algo con lo que no se había trabajado tanto en True Blood.
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